Se presentó la
novena edición de la revista Mal de Ojos
La inexistencia y
consecuente necesidad de un protocolo de acción para asistir a jóvenes adictos
que atraviesen una crisis fue el reclamo contundente del panel “El consumo y
venta de droga en la vida cotidiana. Los jóvenes, las caras visibles de una
compleja trama”, que se realizó hoy por la tarde en la Facultad de Ciencias de
la Educación. El encuentro y la producción de la revista Mal de Ojos, cuya
novena edición fue el eje de la convocatoria, forman parte de un proyecto de
extensión del que participan alumnos del Taller de Producción Periodística de
la casa de estudios.
Por Luciana
Olivieri
La
necesidad de contar con un protocolo de acción, realizado de forma conjunta por
instituciones de distintas áreas (salud, educación, justicia), que prevea
responsabilidades en cada caso y que pueda contener a adolescentes adictos en
situación de crisis fue la conclusión sobresaliente del panel. Asimismo, lo
expuesto por los oradores -involucrados de distintas formas en el tema- coincidió
en una crítica al rol del Estado, de la policía e inclusive a quienes defienden
la baja en la edad de imputabilidad como solución. Pablo Barbirotto, defensor
de pobres y menores de Paraná, explicó claramente que el derecho penal sólo interviene
con una visión unilateral sobre este complejo problema porque el resto de las
instituciones que deberían haberse ocupado de él en primera instancia no lo
hicieron.
Los
disertantes encargados de poner en debate los consumos problemáticos entre los
jóvenes, “un tema que se nos ha vuelto tristemente cotidiano” según expresó la
profesora y moderadora Aixa Boeykens, fueron: Mónica Olivera, madre y vecina
del Barrio Lomas del Mirador, miembro de Red Alerta; Pablo Barbirotto, defensor
de pobres y menores de Paraná; Mario Elizalde, titular de la Secretaría de
Lucha Contra las Adicciones (SELCA); Nora Mian, rectora de la escuela
secundaria Bazán y Bustos; y José Amado, periodista de diario Uno Entre Ríos,
sección policiales. Todos elogiaron tanto la producción y el trabajo de
investigación detrás de la revista, así como a la propia convocatoria.
De izquierda a derecha: Amado; Elizalde; Barbirotto; Olivera; Mian y la moderadora Boeykens.
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Para
las 15.30 las ocho filas del costado izquierdo del auditorio estaban completas,
y algunos asistentes más ubicados del lado derecho conformaron la estampa del
público que no variaría demasiado durante la exposición. Una introducción a cargo
de la moderadora y comentarios de dos alumnos sobre la experiencia de realizar
Mal de Ojos, ocuparon los veinte minutos que transcurrieron hasta que los disertantes
subieron al escenario para comenzar. La profesora Nora Mian llegó justo para
incorporarse, y la única invitada ausente fue Norma Castaño, integrante de Red
Madres Solidarias de Santa Fe.
Una vuelta de tuerca al sentido común
Cuestionar
por qué sólo están en la mira los más débiles y no sale a la luz la trama que
hay detrás de las adicciones, fue lo que guió el trabajo de Mal de Ojos. Barbirotto
reflexionó al comienzo de su exposición, que para que los adolescentes y
jóvenes consigan drogas, necesariamente hay detrás un adulto que busca un
negocio, personas que ven en ellos potenciales consumidores e incluso
revendedores. Hizo hincapié también en la errónea naturalización de la ecuación
en la que la suma de droga, juventud y pobreza da como resultado delito.
En
este sentido, la profesora Aixa Boeykens agregó más adelante: “nos preocupa muchísimo
desde la universidad y desde este espacio (…) que sean los jóvenes los
principales afectados (…) Todos tenemos que sentirnos interpelados a decir ‘así
no’”.
La responsabilidad de las instituciones
“No comparto la idea de bajar la
edad de imputabilidad frente al delito, es necesario trabajar desde otro lugar”
expresó la profesora Mian. Barbirotto hizo mención a algo similar al final de
su exposición: “Se requiere una atención urgente y de calidad. (…) Tenemos que
trabajar desde la protección del derecho del niño y el adolescente y del
derecho a la salud. (…) La sola penalización no va a resolver nada (...) El
derecho penal interviene cuando el resto de las instituciones que deberían
haber visualizado o solucionado el problema no lo hicieron o ni siquiera lo
vieron”.
Tanto
Mian, como Barbirotto y varios miembros del público coincidieron en el
desconcierto que genera no saber cómo actuar cuando un adolescente enfrenta una
crisis por consumo de drogas. Desde la denuncia de la rectora, por la falta de
respuestas desde el Consejo Provincial del Niño, el Adolescente y la Familia
(COPNAF), así como quejas similares dirigidas hacia centros de salud, la
conclusión del defensor de menores y compartida por todos los participantes,
fue la necesidad inminente de un protocolo de acción.
Amado comentó: “Si venden droga
frente a una comisaría, (…) hay un Estado bobo, por no decir cómplice”. Boeykens
concluyó: “Es necesaria una política de Estado coordinada y seria, no hacernos
los distraídos. (…) No son iguales las responsabilidades de madres, profesoras,
y de quienes ocupan lugares públicos”.
Barbirotto
invitó por último a denunciar a los vendedores de drogas, pero comprendió que
para que esto suceda será clave que el Estado prevea mecanismos para garantizar
la seguridad de quienes testimonien.
José Amado. Periodista. Foto de Mauro Götte |
La problemática en números
Amado se mantuvo atento a lo que
decían sus compañeros de panel, y a pesar de comentar que “no sabía cómo
encarar el tema” ejecutó su exposición con mucha claridad. Compartió con el
público estadísticas de su propia autoría, luego de denunciar la falta de estadísticas
oficiales y la dificultad para acceder a ellas.
El
periodista explicó que de 14 homicidios en lo que va del año, ninguno fue en
ocasión de robo, sino por enfrentamientos personales (buena parte entre vecinos
de un mismo barrio). El trasfondo de todos ellos fue el nacotráfico.
Agregó
preocupado: “el promedio de edad de las personas que murieron en homicidios es
de 26 años y de los acusados, hasta ahora, es de 20 años”. Esto no es una
escena nueva, explicó, sino que la gravedad radica en que a las tradicionales disputas
territoriales se le agregan las armas: “hoy la diferencia es que los chicos
están armados (…) Son pibes excluidos del sistema, presos del consumo de droga (…)
los que les ponen el cuerpo a las balas”. Agregó que esto tiene que ver con una
ruptura de códigos del “narco”, que antes, y coincidió Barbirotto, cuidaba que
no hubiera delitos en “su territorio”.
Casos particulares
Las
encargadas de acercar a los presentes a la experiencia de convivir con la
problemática fueron Mónica Olivera y la rectora Nora Mian. Si bien Barbirotto
explicó que hay jóvenes más permeables y más propensos a entrar en el mundo de
las adicciones porque necesitan contención (el consumo -le comentan los
involucrados- los aleja del frío, el hambre, la violencia que sufren
cotidianamente), ambas aportaron sus perspectivas.
“A
mi hijo no le faltaba nada”, comenzó relatando Mónica Olivera. Sin embargo, explica,
su adicción tenía que ver con un sentido de pertenencia, con sentirse parte del
barrio donde pasaba mucho tiempo. “Lo logré sacándolo de ahí”, agregó, y
finalizó un poco entre lágrimas: “Es importante no juzgar, porque yo lo hacía”.
Mian
habló también de la falta de un proyecto de vida y, asimismo, de la falta de herramientas
para ocuparse de un joven una vez que ya es adicto: “Encontrar lugares de ayuda
en Paraná es muy difícil”. Barbirotto y Olivera asintieron.
Postura confusa y evasiva
Mario
Elizalde, titular de SELCA, habló sobre las tareas de prevención que se
llevaron adelante durante su gestión a cargo de la Secretaría. Sin embargo, su
exposición estuvo cargada de imprecisiones y las respuestas que dio y las que
omitió generaron tensión en el público.
Mencionó que la prevención de
adicciones no está en el plan de estudios de, por lo menos, 27 universidades
que participaron de una encuesta preparada por el organismo y reclamó sobre
todo formación de los profesionales. Sin embargo, al referirse a una encuesta
que revelaba que el 50% de un grupo de niños de 11 años consumía alcohol facilitado
por un familiar directo y, en consecuencia, pedir que todos nos hagamos
responsables de nuestra culpa y no pidamos sólo al Estado, las respuestas en
repudio no se hicieron esperar. Allí fue cuando la moderadora, respaldada por
gestos de Amado y Barbirotto, resaltó la clara diferencia de deberes entre un
ciudadano común y aquél que tiene un cargo público. Una profesora del público
agregó que claramente ambas partes no cuentan con los mismos recursos y, que
aún así, son mayores las iniciativas ejecutadas efectivamente por los civiles
que por representantes de los distintos organismos estatales.
Los alumnos Nahuel Amore y Paulo Palacios. Foto de Mauro Götte |
Sobre Mal de Ojos
La edición de la revista forma parte
del Proyecto de Curricularización de la Extensión: Periodismo en la Universidad
y en la Escuela Secundaria y del Taller de Producción Periodística. La temática
que vertebra Mal de Ojos varía con cada edición pero tiene siempre que ver con adolescentes
y jóvenes de Entre Ríos y Santa Fe. Nahuel Amore y Paulo Palacios fueron los
alumnos y productores de la pieza comunicacional que abrieron el panel y cada
uno compartió su experiencia con los asistentes.
Amore
repitió la denuncia de la dificultad para conseguir datos y estadísticas sobre
el tema. Barbirotto y Amado, quienes esperaban en primera fila su turno para
hablar, asintieron con sus dichos. También mencionó el problema de “los vecinos
que saben dónde está el que vende (…) pero no lo denuncian para evitar
represalias”.
Palacios por su parte agradeció la oportunidad
de poder dar voz a quienes, en su opinión, sufren más las consecuencias de la
problemática y son excluidos de los grandes medios, y al mismo tiempo,
agradeció poder compartir lo realizado con los presentes. Comprender que esto
nos afecta a todos como comunidad le permitió, según expresó, realizar una
tarea más cuidadosa, responsable y comprometida.
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